viernes, 10 de abril de 2009

TE CUENTO

Había una vez un catarro, con serpentinas y globos. Porque los hay de tres pulgadas y los hay de noche. De género, femenino, pero de número sin igual.

Catarro que llega, debe ser eliminado en la primera oportunidad.

El dios de las nubes consultando las estrellas, reconoció que era momento exacto de darle fin a aquella rara enfermedad.

Los magos fueron llamados. Los poetas invitados. Y uno que otro curioso, nomás, pa´ ser testigo de los agravios.

Se le sentó en una silla, se le oprimió y se le aplicó la mejor medicina. Pero no quebrantaron su esencia. Ese trabajo debe ser preciso, certero y conciso.

Por si fuera poco, catarro se hizo más fuerte. Se dispersó por el aire y se convirtió en canción de primavera. Se apoderó de los faunos, se coló por las orejas. Arrancó de la boca el estruendo, y cautivó la saliva.

El dios de las nubes ha decidido marcharse. No conoce de tonada mimosa, de los locos, hilarantes. Se consiguió su machete y se refugió en el mágico mundo del bosque perverso.

No sabemos nada de él. Posiblemente sea a voluntad, otro tipo de REY.

Catarro no quiere saber de promesas, se sabe pudiente, constante, y sonante. Viaja por los mares en busca de grandes pulmones. Los que griten fuerte, los que hablan recio. Los que resistan la entrega, por alta factura.

A las nubes altas se sube con vestido pringao de florecitas, el peinadito callado y las manos benditas.

Escrito por Erika Molina Prado

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